En «Entre el Mito y la Doctrina», exploramos La dimensión social de la vida consagrada Parte 1, centrándonos en una vocación tan antigua como la Iglesia misma: las vírgenes consagradas. Con la guía del Padre Pedro Jaime Orozco y el testimonio de la virgen consagrada Martha Leticia Tarín, descubrimos el Ordo Virginum.
Una Vocación Antigua Restaurada
Esta forma de consagración, que se remonta a los tiempos apostólicos, fue la primera expresión de vida dedicada a Dios. Las vírgenes consagradas son mujeres que viven en el mundo —trabajan, estudian, apoyan a sus familias— pero entregan su virginidad a Cristo. Celebran un «desposorio místico» con Él, convirtiéndose en un signo escatológico de la Iglesia como Esposa. Aunque el rito cayó en desuso durante siglos, fue restaurado por el Concilio Vaticano II.
Esposas de Cristo en el Mundo
A diferencia de las religiosas, las vírgenes consagradas no pertenecen a una congregación con un carisma específico. Su consagración es directamente al obispo diocesano. Su misión principal es la oración y ser presencia de Cristo en las realidades temporales, santificando el mundo desde dentro. Viven una mística mariana, reflejando el «sí» de María en la vida cotidiana.
Un Signo de Contradicción y Esperanza
En un mundo secularizado, la virgen consagrada es un poderoso signo de contradicción. Su vida, dedicada enteramente a Dios con una «mayor libertad de corazón», nos recuerda el llamado universal a la santidad y la primacía del amor de Dios sobre cualquier otro amor. Son la encarnación de la Iglesia-Esposa, mostrando al mundo una forma de vida radicalmente centrada en Cristo.
24/02/19

